La Selección jugó su último partido en casa antes de Londres, el torneo que puede ser la despedida de Ginóbili, el gran ídolo de esta Generación Dorada.
El tipo está tirando al aro entrando en calor. Un doble, un triple, una bandeja y un grito, siempre un grito en el medio. Alaridos que, en realidad, son pedidos: la gente, cámara de fotos en mano, le habla de lejos. Le pide que lo mire, que una foto, dale, qué te cuesta... Una sonrisa, apenas girando la cabeza, y listo. Todos contentos. Y a seguir tirando.
Así empezó el último día de Manu Ginóbili con la camiseta de la Selección en el país, porque ya lo dijo él: “Londres posiblemente sea mi último torneo”. Y la de ayer fue su despedida de la gente que más lo idolatra. De esa gente a la que no le importa si pierde una pelota, si erra un triple, si no está tan aceitado como otras veces. Porque, en definitiva, es un ídolo. Y a esos se les perdona todo. Pero también se les exige. Se le deposita toda la ilusión. ¿No es un distinto, acaso? Entonces en quién más confiar que en él.
Ginóbili jugó todo el primer cuarto y se sentó en el segundo. Ni un minuto de acción vio ahí. Por eso las 3.500 personas que colmaron el Polideportivo Almirante Brown ya estaban abstemias. Necesitan sus dosis. Y cada pelota que toca pretenden que sea la palomita contra Serbia en Atenas 2004. Epica y eterna. Entonces, qué poco gusto tenían los dos puntitos del primer cuarto. Y cuánta exigencia para el tercero. Pero dos triples enseguida calman las aguas.
Un par de penetraciones, un revolcón que lo hace chocarse con los carteles y una falta recibida son suficientes para que todos estallen. Ginóbili va a la línea a tirar dos libres y ahí tampoco encuentra paz. “¡Dale Manuuu!”, se escucha por multiplicado. Y el 5 responde metiendo los dos cuando la pelota les quemaba a todos menos a él, que tiene manos de amianto. Por eso después inventó un triple clave, importantísimo para terminar ganando el partido. Y para que la gente delire.
“Es verdad, puede haber sido mi último partido acá. O no”. A su estilo, MG respondió la pregunta de Olé . Porque no quiere cerrarse ninguna puerta. No vaya a ser cosa que, después de Londres, le pique el bichito de seguir... Igual, como siempre, se mostró híper agradecido por el cariño. “Nunca me imaginé que iba a jugar acá, pero, como en todos lados. la gente nos demostró su afecto. Y eso nos hace muy bien”.
Y a quién no, Manu...
GUSTAVO PANDO - Olé
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